Titulo: A serious man (“Un hombre serio”)
Direccion: Ethan & Joel Coen
Año: 2010
Genero: Drama
Reseña:
La película nos muestra unos días en la vida de Larry Gopnik (un profesor de matemáticas judío) y su familia, compuesta por sus dos hijos, su hermano, su mujer, y el amante de su mujer. Un día la vida del protagonista rápidamente pierde lo rutinario, cuando un alumno intenta sobórnalo para que cambie la nota de un examen. A partir de ahí se sucederán hechos que podrán al profesor Gopnik en verdaderos dilemas morales. La película es en esencia dramática, a veces matizada con gags de humor negro, muy bien contada y mucho mejor actuada. La recomendaría de buena gana si no fuese porque tiene un final que estoy seguro que a muchos dejará disconformes.
Veredicto: ***** (5/10). No digan que no se lo adverti.
Tip: no llegue tarde, los primeros diez minutos son fundamentales para entender la película.
Análisis de la película:
(No recomiendo leer esto sin haber visto antes la película)
El film comienza con dos cosas muy importantes: primero, antes que cualquier imagen, una frase de Rashi: "receive with simplicity everything that happens to you", que traducido es algo más o menos como: "Acepta con humildad todo lo que te pase en la vida". Y segundo, una especie cortometraje, cuyos protagonistas son una pareja judía y un rabino. Ya con esto es suficiente para que entendamos la clara premisa que argumentará el resto de la película: vamos a hablar de religión. Y es que, al fin y al cabo, la película es eso, una película religiosa, quizás más en el sentido crítico que en el sentido proselitista.
Primero recordemos el cortometraje inicial: un hombre llega a su casa y le avisa a su mujer que invitó a un rabino para cenar; la mujer, que había escuchado que ese rabino habría muerto 3 años atrás, lo apuñala en el pecho cuando llega a su casa convencida de que es un fantasma y el rabino huye sangrándose. Qué pasa con el rabino? Se muere o se salva? O era de verdad un fantasma? Qué pasa con la mujer y su marido? No sabemos nada más.
Los Coen adoptan la misma estructura para su película. Cuando Larry elige no devolver (pero tampoco elige aceptar) el sobre con dinero que le ofrece el estudiante, comienzan sus problemas, que avanzan en cantidad y desgracia conforme transcurre la película. Ya hacia el final, cuando por fin decide que aceptara el dinero (a todo esto el personaje se encuentra completamente derrumbado), es entonces cuando todos sus problemas tienen su desenlace. O deberían tenerlo, pues es justo antes que esto pase, que a los hermanos Coen se ocurre bajar el telón y mandarnos a todos a la casa con tantas preguntas como migas de pochoclos.
Ahora, la película técnicamente está bien, o al menos está bien contada (cuando digo bien contada no me refiero a que haya sido algo sobresaliente, sino a que la narración no hace ruido en la lectura general del film). Por ahí pienso, y ciertas decisiones me resultan antojadizas, como el lugar: un suburbio sin nombre (o sin importancia) de estados unidos; o el tiempo: aproximadamente en los 60’s (supuestamente porque recrea la infancia de los directores); también hay personajes que están como quien dice “para hacer bulto", y otras cosas que dramáticamente no influyen para nada, pero que sin embargo están y con mucha presencia. Más allá de eso, la película se deja ver. Es entretenida todo el tiempo. La actuación del personaje principal es muy creíble (es una de las cosas que más lo mete a uno en la película). Se nota que los Coen ya están muy cancheros en esto, y el resultado son películas asombrosamente prolijas. Y es aquí donde está el primer error: la película termina siendo algo visualmente predecible. No hay escenas de acción, ni se asumen grandes desafíos técnicos, y hay una intención tan meticulosa que la burocracia narrativa termina por volverla lenta.
El segundo, y más profundo error, es que esta película no parece tener sinceros aires de trascendencia. Más que nada parecería responder a una moda: judíos criticando a judíos. Pero ni siquiera eso logra del todo, porque la crítica es incompleta! Donde termina la religión y donde comienza la superstición? No se sabe, y no sólo no hay en la película una respuesta a la pregunta, sino que parecería que hay una intención de disuadir al público de buscar una. Los hermanos Coen confundieron circuncisión con castración, y al eliminarle el final, despojaron a su hipótesis de su tesis.
En fin, A serious man es una pelicula que ni corta ni pincha, muy facil de olvidar. La rescata del precipicio la muy buena actuación de Michael Stuhlbarg. Las dos nominaciones al Oscar no hacen más que poner nuevamente en evidencia la maquinaria cholulística y endogámica en que aún predomina en la Industria.
miércoles, 14 de abril de 2010
Cine Normalizado
Con toda la comunidad cinematográfica argentina, los medios de comunicación e inclusive el público celebrando el premio Oscar de "El secreto de sus ojos", es casi imposible que no le den ganas a uno de sumarse al festejo, no? Pero, - aquí entre nosotros- qué estamos celebrando?
Si yo le muestro una tuerca, y solamente una tuerca, es imposible que advierta la procedencia de la misma. La razón es obvia: las tuercas son todas iguales. Por supuesto, no sólo no es casualidad, sino que es importantísimo que las tuercas sean asi, de esa forma nos aseguramos, por ejemplo, que los diámetros de un tornillo fabricado en Alemania coincidan con los de una tuerca fabricada en Argentina. El secreto, en ese sentido, es eso. Es un producto argentino que cumple con los estándares cinematográficos internacionales establecidos por la industria hollywoodense. Lo cual también es una forma de aseguramos que una película hecha en Argentina pueda ser proyectada en cualquier otro país sin mayores inconvenientes para el espectador que el de tener que leer los subtítulos.
Pero una película no es una tuerca.
Criticar la película de Campanella desde un punto de vista técnico es inútil. Y no es que no tenga faltas, sino que criticarlas sería criticar el cine de Hollywood (eso es lo inútil). Y además a estas alguras si Campanella lee una crítica tiene todo el derecho de agarrar su Oscar con las dos manos y con gesto de barrio hacer declaraciones maradonescas. La crítica no es cinematográfica, es artística. Que El secreto sea una película argentina es una ocurrencia meramente geográfica. De la forma en que está hecha, la película bien podría ser uruguaya, mexicana o polaca - salvo quizás por la participación inexorable de Darín (®).
A primera vista parecerían dos cosas opuestas: hacer cine exportación y hacer cine con identidad nacional. Pero la historia del cine nos muestra como movimientos vanguardistas locales pueden transcender a globales (la nouvelle vague francesa, el neorrealismo italiano, el Dogma 95 danés, por nombrar algunos), esquivando las premisas del cine "bien" de norteamericano (e inclusive a veces modificándolo). Claro que esto no se consigue de un día para el otro (o de una película para otra). Esto se logra sólo con la madurez y consolidación de un lenguaje original, atractivo, innovador, y por sobre todo, propio. Propuesta diametralmente opuesta al cine de género que aquí nos ofrece Campanella.
Alto, porque Campanella tampoco es el Judas el cine argentino. Campanella es sólo un tipo que desde hace años que trabaja en EU, no dirigiendo cine, sino tv, y que con esta nominación es muy probable que se gane un lugar en la pantalla grande de Hollywood. Bien por él, si yo fuese Campanella estaría descorchando sin dudas. Pero el resto de los argentinos tenemos que tener cuidado con festejar este tipo de cosas. El nuestro cine viene pasando por una crisis de identidad desde hace ya muchos años, y creer que en la imitación esta la solución, es querer matar el hambre tomando agua. Ver en Campanella al hijo pródigo es un error, la verdadera identidad del cine va venir de adentro, del campo, del folclore, del asado y el chimichurri, de la villa, del potrero, del hambre, de los trabajadores oprimidos, de nuestras historia, nuestra gente y nuestra cultura, de la tierra roja de Misiones, de la nieve blanca de la Patagonia, de las salinas de Santiago, del Río Paraná, de los coloridos cerros jujeños, de la bosta misma de las vacas que pastan en la pampa, del silbido de un tango, y del tararear de una zamba. Conciencia, porque más películas como El secreto lo único que lograrían sería desabastecer al pueblo de una cultura que los identifique. Trascender las fronteras con nuestro cine tiene que ser la consecuencia, no el fin mismo. Así que, con su permiso, de nuevo pregunto: qué estamos celebrando?
Si yo le muestro una tuerca, y solamente una tuerca, es imposible que advierta la procedencia de la misma. La razón es obvia: las tuercas son todas iguales. Por supuesto, no sólo no es casualidad, sino que es importantísimo que las tuercas sean asi, de esa forma nos aseguramos, por ejemplo, que los diámetros de un tornillo fabricado en Alemania coincidan con los de una tuerca fabricada en Argentina. El secreto, en ese sentido, es eso. Es un producto argentino que cumple con los estándares cinematográficos internacionales establecidos por la industria hollywoodense. Lo cual también es una forma de aseguramos que una película hecha en Argentina pueda ser proyectada en cualquier otro país sin mayores inconvenientes para el espectador que el de tener que leer los subtítulos.
Pero una película no es una tuerca.
Criticar la película de Campanella desde un punto de vista técnico es inútil. Y no es que no tenga faltas, sino que criticarlas sería criticar el cine de Hollywood (eso es lo inútil). Y además a estas alguras si Campanella lee una crítica tiene todo el derecho de agarrar su Oscar con las dos manos y con gesto de barrio hacer declaraciones maradonescas. La crítica no es cinematográfica, es artística. Que El secreto sea una película argentina es una ocurrencia meramente geográfica. De la forma en que está hecha, la película bien podría ser uruguaya, mexicana o polaca - salvo quizás por la participación inexorable de Darín (®).
A primera vista parecerían dos cosas opuestas: hacer cine exportación y hacer cine con identidad nacional. Pero la historia del cine nos muestra como movimientos vanguardistas locales pueden transcender a globales (la nouvelle vague francesa, el neorrealismo italiano, el Dogma 95 danés, por nombrar algunos), esquivando las premisas del cine "bien" de norteamericano (e inclusive a veces modificándolo). Claro que esto no se consigue de un día para el otro (o de una película para otra). Esto se logra sólo con la madurez y consolidación de un lenguaje original, atractivo, innovador, y por sobre todo, propio. Propuesta diametralmente opuesta al cine de género que aquí nos ofrece Campanella.
Alto, porque Campanella tampoco es el Judas el cine argentino. Campanella es sólo un tipo que desde hace años que trabaja en EU, no dirigiendo cine, sino tv, y que con esta nominación es muy probable que se gane un lugar en la pantalla grande de Hollywood. Bien por él, si yo fuese Campanella estaría descorchando sin dudas. Pero el resto de los argentinos tenemos que tener cuidado con festejar este tipo de cosas. El nuestro cine viene pasando por una crisis de identidad desde hace ya muchos años, y creer que en la imitación esta la solución, es querer matar el hambre tomando agua. Ver en Campanella al hijo pródigo es un error, la verdadera identidad del cine va venir de adentro, del campo, del folclore, del asado y el chimichurri, de la villa, del potrero, del hambre, de los trabajadores oprimidos, de nuestras historia, nuestra gente y nuestra cultura, de la tierra roja de Misiones, de la nieve blanca de la Patagonia, de las salinas de Santiago, del Río Paraná, de los coloridos cerros jujeños, de la bosta misma de las vacas que pastan en la pampa, del silbido de un tango, y del tararear de una zamba. Conciencia, porque más películas como El secreto lo único que lograrían sería desabastecer al pueblo de una cultura que los identifique. Trascender las fronteras con nuestro cine tiene que ser la consecuencia, no el fin mismo. Así que, con su permiso, de nuevo pregunto: qué estamos celebrando?
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